Los nuevos proyectos son siempre un gran reto y la claridad a la hora de abordarlos es importante. En mi opinión, existe cierta tendencia a valorar los proyectos en función de lo que sabemos hacer mejor (o de lo que más nos gusta hacer) aunque, en realidad, la clave está en olvidarnos de qué es lo que nos gusta y preguntarnos qué necesita de verdad el nuevo proyecto.
Aunque parezca una obviedad, la realidad es que no podemos adaptar los proyectos exclusivamente a nuestros gustos y a nuestro conocimiento (es decir, a nuestra comodidad). Trabajando con clientes son muy habituales comentarios como “es que no me gustan las redes sociales”, o “no quiero anuncios de mi marca en el móvil, porque no me gusta que me envíen anuncios al móvil”, (#truestory). A algunas personas no les interesa el nuevo paradigma digital (y están en su perfecto derecho) pero ¿puede su negocio sobrevivir ajeno a este nuevo escenario? Algunos negocios pueden, no me malinterpreten. A P&G no le interesa demasiado la publicidad digital. No encaja bien en su estrategia. Y pueden tener más o menos razón (de momento mal no les va) pero, obviamente, esta es una decisión premeditada, que responde a un análisis previo (a miles de informes, en realidad). No responde a algo tan vago como “no me gusta”, sino a algo tan concreto como “queremos seguir manteniendo el foco de inversión publicitaria en TV”. ¿Por qué? Supongo que porque les funciona.
Utilizar sólo argumentos basados en experiencias y motivaciones propias, casi cotidianas, como claves a la hora de tomar decisiones empresariales es un poco extraño. Y no digo que las opiniones no importen, porque claro que importan, pero la objetividad importa mucho más.
Algo parecido sucede a la hora de abordar el desempeño. Tendemos a condicionar los proyectos en función de lo que nosotros sabemos hacer. Por ejemplo, si alguien es muy bueno en social media buscará soluciones enfocadas casi exclusivamente al social media independientemente (y esta es la clave) de si son las que verdaderamente se necesitan. Esta actitud está más cerca de responder a la pregunta “¿qué es lo más cómodo para mí?” que de responder a la pregunta clave “¿qué es lo mejor para el proyecto?”, claro.
En un mundo fundamentalmente cambiante y cada vez más omnicanal, las opciones a la hora de abordar cualquier proyecto vinculado al marketing y la publicidad se han multiplicado; aupar las necesidades reales de cada nuevo proyecto a la cima de la estrategia y olvidarse de nuestra, digamos, comodidad, es la mejor alternativa posible. O al menos eso creo.