Por qué el Tour no debería dejar correr a Crish Froome

©Dani Permuy
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Los milagros de Froome

El milagro del Ventolín (dar positivo usando sólo este inhalador) no es el único acto inexplicable en la vida de Chris Froome. De hecho, el ciclista inglés, cuatro veces ganador del Tour de Francia, parece haber querido darle una vuelta de tuerca más a los límites de lo razonable en el último Giro de Italia y cuando todos lo daban por muerto, Froome resucitó con una exhibición. La inmensa mayoría de aficionados ha digerido la maglia rosa del británico como buenamente ha podido, a medio camino entre la resignación y la vergüenza.

En la etapa reina del Giro 2018, Froome se esfumó del resto del pelotón a muchísimos kilómetros de la línea de meta (a unos ochenta concretamente) e hizo todo el camino que faltaba hasta el final completamente en solitario. Más de dos horas pedaleando solo, con un punto de pundonor y una calidad innegables. No es que Froome fuese precisamente bien durante el resto de Giro, con caída en la previa de la crono del primer día incluida y a más de cuatro minutos del rosa en la general, pero ya ven: sorpresa, sorpresa. Entre bastidores algunos ciclistas suspiraban espantados al enterarse de lo que había sucedido durante el día. Bennett quiso ir un poco más allá y verbalizó públicamente desde dentro del pelotón lo que ya era la comidilla entre los aficionados. “Did he a Landis?”,  preguntó irónico a un periodista mientras hacía rodillo. El corredor del Lotto-Jumbo recordaba el último gran precedente de una victoria similar en el ciclismo moderno. Un pésimo precedente.

Puede que las comparaciones sean odiosas pero también resultan inevitables. Comparar la escapada de Froome con la de Landis resulta un poco como cuando tus padres te comparan con el repetidor de la clase. Por desgracia, decir que se ha hecho un Landis no es como decir que se ha hecho un Coppi o que se ha hecho un Bartali. Es decir que ha hecho trampa.

El otro gran precedente de una exhibición similar resulta también bastante icónico. Habría que remontarse a Marco Pantani en Galibier destrozando a todo un pelotón a otros ochenta kilómetros de meta. Ulrich, el agobiado líder del Tour por entonces, no daba crédito. Aquel ciclista alemán, con cara de niño grandullón, pelirrojo y pecoso, cedía muchísimos minutos en el mítico puerto alpino completamente vapuleado por el escalador italiano, una de las figuras más controvertidas de la historia del ciclismo. “Controvertidas”. Es una forma de decirlo.

El dopaje y Sky

Lo cierto es que tanto Froome en particular, como el equipo Sky en general, parecen predispuestos a generar este tipo de situaciones. El inglés ya ganó con pulmonía el Tour de Normandía en 2014. Pregúntale a tu neumólogo qué significa exactamente pulmonía y luego ríete, llora, o haz lo que quieras: incluso defender al Team Sky.

El dopaje parece ser un hecho consumado en el Sky, un equipo que lo controla absolutamente todo, como hiciera aquella otra escuadra anglosajona a principios de siglo, el US Postal. Otro precedente malísimo, ya ven.

Digo que el dopaje parece un hecho consumado en el Team Sky porque ahí está el positivo de Froome en La Vuelta y la lamentable reacción del equipo. El positivo fue sacado a la luz pública casi a la fuerza, por una filtración, y esto es algo muy relevante que pone de manifiesto el inmenso control del equipo británico sobre todos los estamentos que tienen que ver con el ciclismo.

Todas las evidencias (y también todas las actitudes) resultan claras como uno de esos días de verano sin nubes. El escandaloso uso de las excensiones de uso terapéuticas (las famosas TUEs) por parte del Team Sky, que permiten que sus deportistas hagan uso de ciertos métodos y sustancias durante la competición que de otra manera estarían completamente prohibidos, es un gran ejemplo. El proceso es completamente confidencial para preservar el derecho a la privacidad de los atletas pero sí se sabe que el Sky las recibió por lo menos para sus dos campeones en los Tour de 2012 y 2013: Wiggins y Froome, respectivamente. También se sabe que las recibió en aquel Tour de Normandía de 2014, el que Froome ganó con pulmonía y fuertemente medicado.

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Crish Froome de amarillo en pleno Tour. Foto: Robert Calin

Algunos equipos hacen públicas sus TUE para demostrar su compromiso con el ciclismo limpio pero este, desde luego, no es el caso del Team Sky. Mientras usaba TUEs sistemáticamente entre sus ciclistas, el equipo Sky bombardeaba a los aficionados con sus avances técnicos en materiales, maillots, bicicletas y sus novedosos métodos de entrenamiento. Las famosas ganancias marginales a las que Sky hace referencia de manera permanente son en mi opinión, como la mano del mago que te distrae mientras no para de sacar conejos de la chistera.

Las TUEs son un escándalo en sí mismas y dejan la credibilidad el Sky por los suelos. Wiggins recibió autorización off the record para inyectarse corticoide en el Tour que ganó en 2012 con el objetivo de combatir su alergia al polen. El corticoide es una sustancia prohibida porque mejora increíblemente el rendimiento de los ciclistas al ayudarles a perder peso rápidamente sin mermar su potencia. Conseguir los mismos vatios al pedalear pesando tres kilos menos es una verdadera locura.

Después de ganar aquel Tour haciendo uso de un TUE, Wiggins fue nombrado caballero del Imperio Británico por sus logros deportivos. Es el ganador más alto en la historia del Tour de Francia. No sé si recuerdan la imagen pero el ciclista, que venía de competir en pista, nunca había estado tan fino.

Algo extremadamente difícil de entender en todo el asunto de las TUE y las alergias es que algunos ciclistas acaban usando productos prohibidos a pesar de que existen medicamentos legales y totalmente autorizados en el mercado para prevenirlas y corregirlas.

Por supuesto, Froome también se benefició de al menos dos TUE y, al menos hasta donde se sabe, en los Tours de 2013 y 2014 pudo inyectarse de forma autorizada un esteroide llamado prednisolona. Inyectarse, sí. Las inyecciones son otra mancha más en la joven historia del Team Sky. Las inyecciones, las llamen de recuperación o como quieran, siempre apuntan al dopaje. Cualquiera que haya mostrado un mínimo de interés sobre este asunto lo sabe perfectamente. En palabras de David Millar, el gran arrepentido, “detrás de las inyecciones acaba habiendo dopaje”.

Un extraño paquete urgente

Aún así, mucho antes de los escándalos de las TUEs y de las inyecciones, el Team Sky ya había demostrado su absoluta falta de compromiso en la lucha antidopaje de manera reiterada. El ejemplo más hilarante es la calamitosa explicación ante el Parlamento Británico de Dave Brailsford, el director técnico del equipo. Brailsford intentó justificar el misterioso envío de un paquete médico en 2011 para el por entonces líder de Sky, hablamos de nuevo del espigado Wiggins. Tras recibir aquel paquete, Wiggins corrió en Dauphiné y acabó ganando. Según las explicaciones de Brailsford, el paquete (que voló en avión urgente desde la central de Sky en Manchester hasta Francia) contenía fluimucil. Sí, ¡fluimucil!, ese medicamento que anuncian por la tele, que cuesta unos 6 euros y que puedes conseguir en cualquier farmacia sin receta médica ni nada similar. Es como hablar de aspirinas o de ibuprofeno.

El Tour no necesita a nadie

Cuando te mueves como un tramposo, hablas como un tramposo y actúas como un tramposo, no debería extrañarte que todo el mundo piense que eres un tramposo.  El Tour de Francia haría bien en velar por sus intereses y apartar a Froome de la carrera corrigiendo la anomalía – extraña por definición – de la UCI. Puede que a La Vuelta y al Giro les interese tener a este corredor en nómina pero el Tour es diferente. La repercusión del Tour es sencillamente otra. Muy superior. Infinitamente superior. Las motivaciones de sus organizadores lógicamente son otras. No es lo mismo ser el Real Madrid o el Barcelona que el Bilbao o el Sevilla, se mire por donde se mire.

El Tour no necesita a nadie. Y mucho menos a Froome. La carrera está muy por encima de todos los corredores. De todos. A diferencia del Giro, la Vuelta o cualquier otra competición ciclista, el Tour es el Tour. Punto.  Pero lo que menos necesita el Tour ahora mismo es tener a un corredor como Froome en su salida, una vez superados los viejos fantasmas del dopaje y tras haber pasado una auténtica travesía por el desierto, ¿se imaginan al director del Tour volviendo a entregar el diploma de ganador en su despacho de París, a un ciclista vestido de paisano, con el gesto torcido y dos meses después del final de la carrera? La escena resulta tan lúgubre como un piano quemado.


2 Comments

  1. Buen repaso. La verdad es que cuando uno hace repaso al turbio pasado del Sky solo encuentra razones y más razones para que no solo Froome no corra el Tour, sino que el propio equipo se quedase fuera. No va a pasar aunque debería.

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