Siempre pasan cosas en el Pavé

La fuga del día rodaba con unos 50 segundos de ventaja sobre el grupo de Sagan a falta de 3 kilómetros de la meta situada en la mítica localidad de Roubaix. Peter Sagan, el gran favorito, había perdido ese caballo en un pequeño despiste (su único despiste del día). Después, la confusión del grupo hizo el resto. Los 15 segundos de los tres fugados pronto se convirtieron en 30, y los 30 pasaron a unos cómodos 50.

Cuando el pelotón quiso espabilarse ya era demasiado tarde. Los que iban por delante eran tres super-rodadores, tres auténticas bestias. Por eso, a falta de unos pocos kilómetros para alcanzar la meta la cosa estaba muy clara: la novena etapa del Tour acabaría decidiéndose entre alguno de esos tres: el campeón belga, con su imponente maillot, Yves Lampaert; el maillot amarillo (el amo de las carreras de un día) Greg Van Avermaet y un Treck Segafredo bastante “desconocido” que tiraba del grupo sin parar, con una determinación alucinante. Decir “desconocido” tal vez sea decir demasiado pero observando la categoría de sus compañeros de escapada, ¿quién era John Degenkolb para colarse ahí? El corredor alemán había tenido su momento hace 3 o 4 años, pero ese momento ya había pasado, ¿no?

La carrera había sido una escabechina, con algunos abandonos importantes y muchísimas caídas: tantas que acabaríamos antes citando a los favoritos que no tocaron el suelo que nombrando a los que acabaron magullados, maldiciendo al mismísimo Dios. Pero esa es otra historia.

En la tele el comentarista de Teledeporte le preguntaba a Iván Cortina, invitado del día, por su favorito para la etapa. Cuál de los tres se llevaría el triunfo.

No lo tengo claro“, respondía Cortina.

-¿De verdad no lo tienes claro?, preguntaba el comentarista extrañado.

“¿De verdad no lo tiene claro?”, me preguntaba yo.

-Bueno, supongo que diría que Van Avermaet… – acababa respondiendo Cortina, un poco a regañadientes.

-Yo también, por supuesto. – Sentenciaba el comentarista de Teledeporte. Y luego Perico. Y también el resto.

“Coño, y yo.” Pensaba desde casa.

Entonces Cortina dejó caer un comentario “…pero el más rápido es Degenkolb“.

Eso sí que no me lo esperaba. ¿El más rápido es Degenkolb? Estamos hablando de un final en Roubaix y de una fuga con Van Avermaet y Lampaert. ¿De verdad el más rápido es Degenkolb? Era, sí. Pero ¿es?

Pues sí. Degenkolb se puso a tirar a 500 metros de meta y yo desde casa, aún confiado, pensé que sus dos compañeros de fuga ya estarían afilando los cuchillos. “Menudo suicidio, ¿no?” le comenté entonces a mi suegro. A 300 metros el alemán seguía tirando y cuando Lampaert intentó un tímido sprint, Degenkolb apretó hasta atravesar la meta con tiempo para levantar los brazos.

Sólo por un momento pensé que Van Avermaet le pasaría. Ese momento en el que el segundo coge la rueda y la balanza empieza a cambiar.

Pero no. La balanza no se movió. Degenkolb puso un punto más y eso fue todo.

Degenkolb, con la cara llena de polvo y lágrimas en los ojos, contaba luego su historia. Por eso ni yo ni los comentaristas de Teledeporte – Cortina mediante – nos acordábamos mucho de él. El tipo era un crack en el sprint y un clasicómano nato. Tenía todas las papeletas para convertirse en un nuevo Sagan o en todo un Van Avermaet – precisamente. ¿Exagero? Puede. Pero en La Vuelta 2015 ganó 5 etapas. 5. Y en esa misma temporada también ganó la Paris-Roubaix. Pero todo se torció cuando en enero de 2016 una conductora británica se lo llevó por delante. A él y a otros cinco corredores de su equipo por entonces, el Giant-Alpecin. La conductora conducía por el carril contrario, como en Inglaterra, y en la salida de una curva arrolló a todo el grupo. No hubo muertos, por fortuna, pero la cosa fue seria. El corredor alemán acabó con un dedo literalmente colgando y muchas otras heridas de diversa gravedad. Tuvo que ser operado de urgencia con anestesia general e incluso se temió por su vida. Degenkolb perdió la movilidad de ese dedo pero se salvó y, poco a poco, pudo volver a entrenar y, obviamente, también pudo volver a competir. El ciclista vivió un calvario para volver a la élite. Pero una cosa es volver a la élite y otra cosa es ganar la novena etapa del Tour de Francia de 2018. La jodida etapa del pavé. La etapa de Roubaix. La etapa que todos los aficionados – TODOS – queríamos ver.

Para Degenkolb las victorias no acababan de llegar y viendo con quien se jugaba los cuartos hoy, tampoco parecía que sería el día. Pero Cortina dijo “es el más rápido” y entonces mi forma de mirarle cambió. “¿Cómo va a ser el más rápido con esos dos bestias al lado?” “Ya. Pero fíjate cómo está tirando!” Mantenía una conversación de este tipo conmigo mismo. Es lo que tiene el ciclismo, es como una novela negra. Te pasas todo el tiempo tratando de responder a ese tipo de cosas.

Degenkolb ganó y señaló al cielo para homenajear a un amigo cercano que había muerto, explicó en la entrevista posterior, también contó todo lo que había tenido que luchar para llegar hasta el día de hoy. Un poco más que el resto, de eso no cabe duda.

Yo, que había apostado por Van Avermaent desde el inicio y que cuando le vi en la fuga con Lampaert y Degenkolb casi lo di por hecho (casi todos lo dimos por hecho), me alegré mucho por haberme equivocado. Como en las buenas novelas, ho hay nada mejor que las cosas acaben como menos te lo esperas.

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