Un cómic para el cambio

En Francia el cómic es cosa seria, así que no es de extrañar que la magnífica obra “El mundo sin fin”, del divulgador científico Jean-Marc Jancovici (inventor de la huella de carbono, entre otras muchas cosas, y una auténtica autoridad del Cambio Climático) y el ilustrador Christophe Blain, se haya convertido por allí en un auténtico fenómeno editorial.

Resulta impresionante la claridad con la que este cómic (sin eufemismos ni novelas gráficas) ayuda a entender cómo el debate de la energía (ergo el de la ecología) está viciado de base.

Las conclusiones de la obra, que repasa el análisis vital de Jancovici sobre energía y cambio climático de forma brillante, son claras. Lo fundamental es comprender que la sociedad de consumo actual resulta totalmente inviable (aunque parece que muy pocas personas estén verdaderamente dispuestas a bajar cuatro o cinco marchas, como se suele decir).

Y resulta inviable casi independientemente de que alcancemos nuevas formas de energía más limpias o no.

Todos queremos seguir estrenando trapitos y viajando a Cancún y protestando cuando nos piden que tengamos el aire a 27 grados. “Paparruchas”, casi se nos oye decir.

Mientras tanto, utilizamos la energía verde, el plástico reciclado y el resto, como herramientas para lavar nuestras conciencias.

Pero la pregunta pertinente es si podemos mantener nuestro modelo social, nuestra forma de consumir durante mucho más tiempo. Y la respuesta -que no parece tan obvia- es que no.

Independientemente de que podamos conseguir fuentes de energía más limpias, ninguna energía resulta limpia del todo (ni tampoco gratuita del todo), y en este sentido la clarividencia de los autores es reveladora.

Además, excepto la madera, ninguna fuente de energía ha disminuido en su consumo desde la Revolución Industrial: ni el carbón, ni el gas, ni el petróleo, ni la energía nuclear… ninguna.

Todas se han ido añadiendo, incorporando, al mix energético, para cubrir la demanda… pero hay que insistir en que en ninguna de ellas (excepto la madera) el consumo ha ido hacia abajo.

Incluso el consumo de carbón (que es la fuente de energía más contaminante con diferencia) sigue creciendo año tras año.

Este hecho, que está íntimamente ligado a nuestros hábitos y a nuestra forma (voraz) de consumir y acumular, rara vez se pone de manifiesto. La incorporación de nuevas fuentes de energía limpias por sí misma no servirá para evitar el desastre si no estamos dispuestos a cambiar del todo.

Lo de ahora resulta como aquel que reconocía ante el médico que bebía un litro de whisky al día para, un mes después, decirle al mismo médico que había mejorado: “ahora bebo litro y medio de whisky al día, ¡pero lo domingos me tomo un zumo de naranja!”

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