Fotos: Darío Martínez.
Texto: Dani Permuy.
Cuando hablamos del boom de la movilidad sostenible en Europa tendemos a pensar que el coche ha perdido terreno. Pero no es cierto.
Según Greenpeace, en Europa hay hoy un 25% más de coches que en el año 2.000 (que son unos 270 millones de automóviles más, en cifras).
Se estima que el tráfico rodado, citando la misma fuente, provoca unas 400.000 muertes prematuras al año sólo en Europa, y que es la causa del 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Lo que hay que entender para abarcar este tema es que cuando hablamos de planes de movilidad sostenible, o de cerrar el centro de las ciudades a los coches, no estamos promoviendo caprichosamente una forma de movilidad contra otra. Estamos, más bien, anteponiendo la emergencia climática y la salud de las personas a un modelo de movilidad que no es sostenible, que es poco democrático, que causa miles de muertes al año, que empeora drásticamente la calidad de vida de las personas y que, sencillamente, no puede dar más de sí.
La Comisión Europea señaló el 22 de septiembre como el Día Sin Coche, un guiño que lógicamente no es suficiente porque la movilidad en Europa sigue totalmente centrada en el coche. Se necesitan planes radicales de movilidad sostenible que vayan acompañados de fondos e infraestructuras. Un ejemplo, si sustituyes una vía de doble carril para automóviles por otra con un tranvía central y un carril bici de doble sentido, ocupando el mismo espacio, movilizarás ¡diez veces más viajeros!
Se estima que a finales de siglo el 80% de la población mundial viva en ciudades. Cómo gestionemos la movilidad en esas ciudades es verdaderamente clave para revertir la crisis climática.
Cuando alguien se queja porque se han reducido plazas de aparcamiento drásticamente, o porque tiene restricciones al tráfico en su ciudad, su queja no es objetiva. “Esto no va de promover un modelo de movilidad porque nos guste mucho montar en bicicleta”, como advirtió acertadamente la alcaldesa de París al presentar su ambicioso plan de movilidad sostenible, que está llenado la capital de Francia de infraestructuras enfocadas a la bici. Existe un problema extremadamente grave (la emergencia climática) que hay que abordar sin demora, y existen también una serie de problemas sanitarios derivados de la polución que también tienen que ser atajados.
Sustituir el humo por la pedaladas y el hormigón por los árboles no responde al capricho de unos pocos, responde más bien a todo lo contrario, al más maravilloso de los bienes: al bien común.