Me gusta mucho este autor, David Peace. Me gustó en “Maldito United” y me ha gustando también en “Red or Dead”.
Resulta curioso, supongo, porque no me gusta mucho el fútbol y ambos libros cuentan la historia de dos míticos entrenadores del fútbol británico, dos personalidades que consiguieron grandes éxitos con dos equipos ingleses en las décadas de los sesenta, los setenta y los ochenta.
En Red or Dead, que es libro del que quiero hablar, David Peace cuenta como Bill Shankly llegó a un Liverpool en horas bajas. En horas muy bajas. Era el año 1959 y el club estaba en la Segunda División inglesa con un futuro más bien incierto.
El libro es bonito porque retrata una época muy distinta a la actual, con sus luces y sus sombras. Con una inocencia perdida, y en muchos sentidos mejor. Pero lo que más me interesa, al menos para este blog, es que las lecciones del éxito de Bill Shankly (poco menos que una deidad en Liverpool) resultan de lo más interesantes para cualquier negocio.
Bill Shankly aterrizó en el Liverpool prometiendo ”trabajo duro y sentido común”, toda una declaración de intenciones para empezar que resulta tan fácil de decir como difícil de ejecutar.
Supo ser flexible con la directiva del club pero sólo hasta cierto punto, flexible pero exigente, con los directivos y con los jugadores. En realidad, lo más interesante del éxito de Shankly es que supo entender que cualquier empresa que quiera ser verdaderamente grande necesita transformar su cultura de manera radical.
En este sentido, me gustó mucho y me parece paradigmático un capítulo, hacia el inicio del libro, en el que un Shankly recién llegado a Liverpool se reúne con el presidente y los directivos para recriminarles, de un modo muy británico, el lamentable estado en el que se encontraban los baños del estadio.
Los directivos se miran entonces extrañados porque no entienden cómo unos baños en mejor estado podrían ayudar al equipo a ganar más partidos.
Bill Shankly sí lo entendía y creo que yo también lo entiendo. A eso me refiero cuando hablo del tipo de cambio de cultura que Bill Shankly impulsó en el Liverpool Football Club para pasar de jugar en la Segunda División inglesa a ser el mejor equipo de Inglaterra con él de entrenador.
Me gusta mucho también cómo Shankly celebra cada pequeño triunfo y cómo entiende lo importante que es ir dando pequeños pasos en la dirección adecuada, desde mejorar el césped hasta motivar a cada jugador. Desde poner a los canteranos a entrenar primero y limpiar después, hasta mejorar los métodos de entrenamiento del primer equipo.
Sin embargo, la historia de Shankly en el Liverpool Football Club no deja lugar a engaños: para conseguir grandes resultados todos los detalles importan, sí, incluso los más pequeños. Cada pieza de la organización tiene que ser consciente de ello, desde el utillero hasta el delantero centro. Y todas las partes del club necesitan buscar la excelencia. Pero hay más. Cabría destacar también la capacidad de Shankly (y la de David Peace, por narrarlo) de entender que los milagros nos existen, que para ganar se necesita también un gran equipo. Talento.
Shankly pidió unos cuantos fichajes (muchos, en realidad) muy consciente también de que un club sin talento, o con poco talento, puede trabajar muy duro y ser más o menos competitivo, pero nunca llegará a ser un club campeón.
La lección es clara: sin talento no vale pero sólo con talento tampoco vale.
Si la cultura del club no es la adecuada, si los baños no están limpios, por así decirlo, no esperes construir un club campeón por mucho talento que incorpores. Diría que en las empresas sucede exactamente lo mismo.